Autopsia - de Fernando Savater | Autopsia - di Fernando Savater |
Lo siento, me resulta ya imposible aventurar teorías, urdir más explicaciones, proponer nuevos silogismos, seguir mareando la perdiz... la pobre perdiz que levanta torpemente el vuelo mientras disparan contra ella los cazadores y los perros a su servicio esperan para cobrarse la pieza con la pata en alto y la lengua relamiéndose las fauces. No quiero, no tengo fuerzas, ya no hay tiempo para eso.
Es el momento de hacer la autopsia. Así llama el historiador griego Tucídides al testimonio que aporta un observador según lo que ha visto con sus propios ojos, con esos ojos que según la terrible expresión castellana se habrá de comer la tierra: autopsia. Y esta es mi autopsia, lo que veo y lo que oigo. Veo la masacre por fin cumplida, la masacre que se venía buscando desde Navidades por lo menos, los kilos de explosivos que esta vez no pudieron ser interceptados: ahora ya no quedan dudas. Las había cuando se frustró el atentado de Chamartín: no faltó quien me dijera que probablemente la propia policía había puesto la maleta asesina en el tren para retirarla espectacularmente luego. Las hubo también cuando se interceptó la furgoneta cargada con quinientos kilos de dinamita, porque al sr. Azcárraga y a algún otro político no menos brillante le chocaba que los terroristas hubieran llegado tan lejos por carreteras nevadas para ser detenidos precisamente en plena campaña electoral. Hoy no, hoy las dudas se han volatilizado junto a centenares de vidas humanas. Supongo que ahora no queda más remedio que aceptar la incursión de ETA en la campaña electoral. Por cierto... ¿no estaba ya ETA en la campaña electoral, como amenaza de muerte para candidatos y votantes? Pero claro, no era momento de hablar de ello. En campaña lo mejor es no hablar de terrorismo, aunque el terrorismo condicione la campaña de quienes no pueden moverse libremente y la de quienes se mueven y se hacen escuchar precisamente gracias a que ETA existe. Hablemos de otra cosa... hasta hoy, en que ya no hay otra cosa de la que hablar. Ahora no oigo más que un mensaje, repetido mil veces de mil modos desde todos los medios de comunicación: unidad. Es fundamental la unidad de los demócratas. Hasta ayer lo que se oía era hablar de pluralismo, de que no se entiende la pluralidad, de que sin pluralismo no hay vida ni libertad. Ahora la vida y la libertad dependen precisamente de la unidad: por lo visto, la unidad ha dejado de ser fascista y franquista para convertirse en consigna básica democrática. Antes no había nada mejor que la pluralidad, cualquier pluralidad. Por ejemplo, tener una pierna sana y una pata de palo es más pluralista que disfrutar de dos piernas sanas iguales. Pero se camina peor, cojeando y en dirección equivocada. Nos damos cuenta ahora, cuando ya no tenemos piernas porque nos las ha cortado una bomba. La España unida en democracia, tan antipática y aznarista, ha dado paso a la España simpática y cojitranca del pluralismo pero después a la España que ya no puede más que arrastrarse sin extremidades (aunque no sin extremistas, ésos que no falten): y mientras reptamos, clamamos por la unidad perdida. Oigo que quienes han puesto las bombas no son vascos, según han decretado Ibarretxe y Otegi. No es fácil ser vasco: si no eres nacionalista, no eres vasco pero si te pasas de nacionalista y asesinas a mansalva también dejas de serlo. Por un rato, te vuelves terrorista a secas o terrorista islámico o yo que sé. Hasta que te detenga la policía y te lleve a una cárcel. Entonces vuelves a ser vasco, las fuerzas progresistas se indignan porque te ves encerrado lejos de tu hogar y el Gobierno vasco paga a tus familiares el viaje para que puedan visitarte. Pero yo le oí a Carod Rovira que ETA es “un movimiento independentista vasco que recurre a la lucha armada”. Brava lucha, que acaba de obtener una sonada victoria contra los trabajadores modestos que acudía a sus empleos por la mañana, aún bostezando, después de haber peinado a sus hijos y haberlos enviado al colegio con un beso. ¡Pobre Carod, que estaba convencido de que los asesinos de Hipercor y de Vich eran vascos, vascos de cuerpo entero, es decir independentistas como él, aunque con una noción tan confusa de la geografía que creían que Cataluña era España! Si llega a saber que no son vascos, seguro que ni se molesta en viajar a Perpignan... He visto y he oído a las testas pensantes (y sobre todo, parlantes) de nuestro país. Nos han contado cienveces que la violencia terrorista está muy mal, pero que la política antiterrorista del Gobierno no es precisamente buena: al contrario, aumenta la crispación y el enfrentamiento territorial de España. Lo malo no son las políticas nacionalistas disgregadoras, que reinventan la historia en clave de hostilidad contra España, convierten la Constitución en un fetiche absurdo y los Estatutos en papel mojado que hay que revocar cuanto antes, para luego revocar a los tres meses el nuevo Estatuto conseguido y pedir más, mucho más... lo malo no es la educación despedazada que estudia sólo los campanarios locales ni las universidades en las que comienzan a apuntar partidas de la porra para boicotear a los profesores desafectos (como esos nuevos escamots que he padecido ya en la Central de Barcelona y me negué a sufrir en la de Tarragona, con gran disgusto del alcalde de la ciudad). No, escuchemos a nuestros intelectuales y artistas para quienes lo verdaderamente intolerable es la política del PP: en cuanto se acabe con ella, reinará la armonía y el Prestige se convertirá en un yate de recreo con velas blancas (por cierto, ¿quién habrá sido el primero en decir que la culpa de la matanza de Madrid la tiene la falta de “cintura política” de Aznar?). La libertad de expresión está gravemente amenazada (nos dicen los que se han hecho millonarios con ella), no por los asesinos que llevan veinticinco años boicoteando las elecciones democráticas y matan a los periodistas que les contradicen, sino por las manipulaciones de los medios públicos de comunicación, que tan imparcialmente funcionaban ayer. Escuchen, escuchen a nuestros intelectuales y lean sus manifiestos y vean sus peliculillas de protesta: con decirles que el más profundo de todos ellos parece ser Leo Bassi, sobran más comentarios. Resultado de mi autopsia: el país más descentralizado de Europa es el más amenazado por la fragmentación nacionalista, que en todas partes está considerada una abominación reaccionaria salvo aquí, en donde es de izquierdas y constituye una alternativa de progreso (léase el magnífico artículo “¿Es congruente ser nacionalista de izquierdas?”, de Mariano Fernández Enguita, EL PAIS, 10-3-04, que honra a su autor y las páginas en que ha sido publicado). Es precisamente aquí, donde el nacionalismo obtiene tanto reconocimiento y parabienes, donde también florece el terrorismo más sanguinario de Europa. Y aquí ETA sirve de diosa tutelar a todos los nacionalismos, lo quieran o no, dándoles el suplemento de seriedad social que nunca se habrían ganado ni por sus ideas ni por sus propuestas. El terrorismo es un proyecto de domesticación social, por medio del cual los depredadores totalitarios consiguen la obediencia de la democracia carente de virtud cívica: en el País Vasco ya han conseguido en gran parte su propósito, en Cataluña llevan buen camino para lograrlo pronto y después... El resto no será silencio, sino más mentiras, mucho diálogo y bandas de música tocando himnos patrióticos.
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Mi dispiace, ma non riesco proprio ad azzardare teorie, elucubrare altre spiegazioni, proporre nuovi sillogismi, continuare a girare intorno alla questione, a marear la perdiz, come diciamo noi spagnoli, a rintontire la pernice… la povera pernice che si alza torpidamente in volo mentre i cacciatori le sparano contro e i cani aspettano di andare a recuperare la preda, con la zampa in alto e la lingua penzoloni tra le fauci. Non voglio, non ho la forza, non c’è più tempo per questo. È il momento di fare l’autopsia. Così lo storico greco Tucidide chiama la testimonianza di un osservatore che ha visto le cose con i propri occhi, con quegli occhi che, secondo la terribile espressione castigliana, se li mangerà la terra: autopsia. E questa è la mia autopsia, quello che vedo e quello che sento. Vedo infine compiuto il massacro, quel massacro che si andava cercando almeno da Natale, quei chili di esplosivo che questa volta non si è riusciti a intercettare: ora non restano più dubbi. Vi erano dubbi quando fu sventato l’attentato di Chamartín: non mancò chi mi disse che probabilmente era stata la stessa polizia a collocare nel treno la valigia assassina, per toglierla poi sotto la luce dei riflettori. Vi erano dubbi anche quando fu intercettato il furgoncino carico di cinquecento chili di dinamite, perché al signor Azcárraga e a qualche altro politico non meno brillante di lui lasciava sconcerto che i terroristi avessero fatto tanta strada sotto la neve per farsi arrestare proprio in piena campagna elettorale. Oggi no, oggi i dubbi si sono volatilizzati insieme a centinaia di vite umane. Immagino che ora non resti altro da fare che accettare l’incursione dell’Eta nella campagna elettorale. Ma l’Eta non era già presente nella campagna elettorale, come minaccia di morte per candidati ed elettori? Certo, ma, ovviamente, non era il momento di parlarne. In campagna elettorale è meglio non parlare di terrorismo, sebbene il terrorismo condizioni la campagna elettorale di chi non può muoversi liberamente e di chi si muove e si fa ascoltare proprio grazie al fatto che l’Eta esiste. Parliamo d’altro… fino ad oggi, in cui non c’è più nient’altro di cui parlare. Ora non sento altro che un messaggio, ripetuto mille volte e in mille modi da tutti i mezzi di comunicazione: unità. È fondamentale l’unità dei democratici. Fino a ieri si sentiva parlare di pluralismo, del fatto che non si comprende la pluralità, che senza pluralismo non c’è né vita né libertà. Ora la vita e la libertà dipendono proprio dall’unità: a quanto sembra, l’unità non è più fascista e franchista, ma è diventata l’indispensabile parola d’ordine democratica. Prima non c’era niente di meglio che la pluralità, qualunque pluralità. Ad esempio, avere una gamba sana e una gamba di legno è più pluralista che godere di due gambe entrambe sane. Però si cammina peggio, zoppicando e nella direzione sbagliata. Ce ne rendiamo conto ora, quando non abbiamo più gambe perché una bomba ce le ha tranciate. La Spagna unita in democrazia, tanto antipatica e aznarista, ha ceduto il passo alla Spagna simpatica e zoppa del pluralismo, ma dopo di essa è venuta la Spagna ridotta a trascinarsi senza più estremità (ma non senza estremisti, quelli non mancano): e strisciando invochiamo l’unità perduta. Sento dire che quelli che hanno messo le bombe non sono baschi, secondo quanto hanno decretato Ibarretxe e Otegi. Non è facile essere baschi: se non sei nazionalista, non sei basco, ma anche se nazionalista lo sei troppo e assassini a mansalva smetti di esserlo. Per un po’ resti terrorista e basta o terrorista islamico, o che so io. Fino a che la polizia non ti arresta e ti porta in carcere. Allora torni a essere basco, le forze progressiste si indignano perché sei imprigionato lontano dal tuo paese e il governo basco paga il viaggio ai tuoi familiari perché possano venire a trovarti. Ma io ho sentito dire a Carod Rovira che l’Eta è «un movimento indipendentista basco che ricorre alla lotta armata». Lotta valorosa, che ha appena conseguito una strepitosa vittoria contro gli umili lavoratori che si recavano di mattina al loro posto di lavoro, ancora sbadigliando, dopo aver pettinato i figli e averli mandati a scuola con un bacio. Povero Carod, che era convinto che gli assassini di Hipercor e di Vich erano baschi, baschi al cento per cento, vale a dire indipendentisti come lui, anche se con un concetto talmente confuso della geografia che credevano che la Catalogna fosse Spagna! Se viene a sapere che non sono baschi, state sicuri che non se lo prende il disturbo di andare fino a Perpignano… Ho visto e ho sentito le teste pensanti (e soprattutto parlanti) del nostro paese. Ci hanno raccontato cento volte che la violenza terroristica è una cosa molto brutta, ma che la politica antiterroristica del governo non è esattamente bella: al contrario, aumenta l’ostilità e la conflittualità fra territori della Spagna. Il male non sono le politiche nazionaliste disgregatrici, che reinventano la storia in chiave antispagnola, trasformano la Costituzione in un assurdo feticcio e gli statuti regionali in carta straccia da revocare quanto prima, per poi revocare tre mesi dopo il nuovo statuto appena ottenuto e chiedere di più, molto di più… Il male non è la pubblica istruzione spezzettata dove si studiano solo le piccinerie locali, o le università in cui cominciano a spuntare gruppuscoli squadristici per boicottare i professori sgraditi (come quei nuovi escamots con cui ho dovuto fare i conti personalmente all’Università di Barcellona, e che mi sono rifiutato di sopportare ancora all’università di Tarragona, con gran dispiacere del sindaco della città). No, diamo ascolto ai nostri intellettuali e artisti, per i quali la cosa veramente intollerabile è la politica del PP: non appena ce ne saremo liberati, regnerà l’armonia e il Prestige si trasformerà in una barca da diporto con vele bianche (ora che ci penso, chi sarà stato il primo a dire che la colpa della carneficina di Madrid è della mancanza di flessibilità politica di Aznar?). La libertà di espressione è gravemente minacciata (ce lo dicono quelli che con essa sono diventati milionari), non dagli assassini che da venticinque anni boicottano le elezioni democratiche e ammazzano i giornalisti che li contraddicono, ma dalle manipolazioni dei mezzi di comunicazione pubblici, che ieri funzionavano con tanta imparzialità. Ascoltate, ascoltate i nostri intellettuali, leggete i loro manifesti e andate a vedere i loro filmetti di protesta: il più profondo fra tutti costoro sembra essere Leo Bassi, e questo basta a far capire. Risultato della mia autopsia: il paese più decentralizzato d’Europa è anche quello più minacciato dalla frammentazione nazionalista, che ovunque è considerata un abominio reazionario salvo qui, dove è di sinistra e rappresenta un’alternativa di progresso (si legga il magnifico articolo «È coerente essere nazionalisti di sinistra?» di Mariano Fernández Enguita, su El País del 10 marzo, che rende onore al suo autore e alle pagine su cui è stato pubblicato). È proprio qui, dove il nazionalismo ottiene tanti riconoscimenti e complimenti, che fiorisce anche il terrorismo più sanguinario d’Europa. E qui l’Eta funge da dea tutelare per tutti i nazionalismi, che lo vogliano o no, dando loro quel supplemento di serietà sociale che con le loro idee e le loro proposte non sarebbero mai riusciti a guadagnarsi. Il terrorismo è un progetto di addomesticamento sociale, per mezzo del quale i depredatori totalitari ottengono l’ubbidienza della democrazia carente di virtù civica: nei Paesi Baschi il loro obbiettivo lo hanno già in larga parte conseguito, in Catalogna sono sulla buona strada, e dopo… Il resto non sarà silenzio, bensì altre menzogne, tanto dialogo e bande musicali che suonano inni patriottici.
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